6/01/2023

El chico de la última fila, de Juan Mayorga

 Claudio es un estudiante de bachillerato normal. Sentado en su asiento en la última fila, pasa las jornadas escolares sumergido silenciosamente en su mundo interior, hasta que un día Germán, su profesor de lengua y literatura, le manda escribir una redacción. La fascinación que le producirá al docente la redacción del joven conducirá a ambos a un alocado viaje con consecuencias imprevisibles.

La obra se enorgullece de crear una historia interesante e inesperada donde los límites de la realidad y la ficción se desdibujan magistralmente. Sin embargo, la realidad es bien distinta: Si tuviera que elegir una frase para resumir el libro, sin duda sería la siguiente:

Al entrar en la casa, le llegó el inconfundible olor de la mujer de clase media.

Al igual que la obra, la oración es caótica, un sinsentido de palabras que pretende ser “oscura” y “original”, pero que fracasa en su mediocridad.

La historia da su disparo de salida mostrando como Germán, un profesor de lengua y literatura que siente que las nuevas generaciones carecen de talento alguno queda deslumbrado con la redacción de su alumno Claudio, en la cual el adolescente relata su plan de hacerse amigo de un chico de su clase llamado Rafa bajo el pretexto de ayudarlo en matemáticas para poder entrar en su casa. La mujer de Germán lee la redacción y se extraña por su contenido, advirtiendo a su marido del raro comportamiento de Claudio, pero este ignora a su mujer, convencido de que ha descubierto a un genio en ciernes. Hasta este punto, la historia parece prometedora: la acción acaba de comenzar y engancha al lector.

La historia tomará desde aquí un tinte oscuro, a medida que Claudio escribe más redacciones para satisfacer los ruegos de su profesor, siendo este el momento en el que la calidad de la obra cae dramáticamente. Claudio visita repetidas veces la casa de Rafa (lo que da origen a la anteriormente mencionada frase) y conoce a su familia, sintiendo una inmediata atracción hacia la madre de su “amigo”. La trama, junto con sus múltiples subtramas, seguirá avanzando hasta que en el clímax de la historia el joven bese a la madre de su compañero y Germán, horrorizado, le pida que deje de escribir la historia (atendiendo finalmente a los ruegos de su mujer), petición que Claudio ignora. He aquí cuando el lector se comienza a perder: nada tiene sentido y toda la acción ocurre en un sinfín de escenas sin aparente coherencia. La obra finaliza con la relación entre Claudio y la madre de Rafa terminada y con el descubrimiento por parte de Germán de que Claudio ha encontrado a un nuevo objetivo: su mujer.

Al leer las últimas palabras, el lector solo tiene un pensamiento en la cabeza: ¿Qué acaba de pasar?

La obra tiene múltiples problemas que imposibilitan su disfrute. El hilo de trama principal es interrumpido múltiples veces por diferentes subtramas que pretenden distraer al lector para que este caiga en el enredo de la historia. Sin embargo, la disparidad de los temas tratados y la falta de interconexión entre ellos hace que la historia sea imposible de seguir y que, con el paso de las páginas, esta deje de interesar. Además, el curioso estilo en el que el libro está escrito no ayuda: frases extrañas e incómodas aparecen por doquier en las páginas, sin que estas aporten nada a la trama y mucho menos al aturdido lector.


Por otro lado, la historia en sí es turbia, una amalgama de abuso, desesperación, ambición, allanamiento de morada y algún que otro fetiche. El autor pretende fascinar al lector con temas desagradables en extremo, pero sin un hilo conductor estos aburren más que otra cosa: la trama parece fruto de la mente de un adolescente pretencioso en vez de un dramaturgo reconocido. Los personajes carecen de caracterización estable, cambian de personalidad entre escenas y llegan a ser tan dispares que empatizar con ellos es imposible. Además, pocos tienen un razonamiento lógico. Un ejemplo sería Germán: es muy poco creíble que no sienta el peligro que le acecha y que además lo aliente (el momento en el que el profesor desprecia el trabajo de Claudio diciendo que le falta conflicto, sabiendo que la redacción no es ficción, es cómico en su necedad ¿Cómo es posible que el adulto no vea el peligro que supone Claudio para la familia de Rafa?). Todo lo anterior hace que el lector termine divirtiéndose más intentando adivinar qué otra aberración se le ocurrirá al escritor que leyendo la historia.

En conclusión, la obra no tiene la calidad esperable a juzgar por su fama y deja al lector con una sensación de incomodidad e incomprensión. No la recomiendo. Si un posible lector busca una historia de temas delicados tratados de una manera mucho mejor, recomiendo las novelas Un hijo de Alejandro Palomas y La flor de fuego de Alba Quintas Garciandia.

Por Sara, 1º Bac.


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